* Por David Kaplún
Un hombre encuentra una barrera infranqueable a dos situaciones propuestas: las chicas y la naturaleza (representada esta vez por un lobo con cara de muy malas pulgas). Así comienza el anuncio de una marca de perfume que está actualmente emitiéndose a todas horas en los bloques de publicidad de la televisión. Lo sé porque hace poco, en un momento familiar, motivado por la programación de una cadena de televisión, me encuentro viéndolo en el sofá de casa… junto a mi hija. El problema esta vez no estaba en la programación violenta, sino en la publicidad continuista y poco reflexiva.
Quizás soy sólo yo pero, me da que desde mucho antes de que la primera sufragista visibilizara cómo la exclusión del voto era sólo uno de los síntomas de las múltiples marginaciones que sufrían, mucha gente hemos visto cómo esta cultura se ha encargado de mandar continuamente un mensaje: «los hombres estamos por encima del reino animal (y de las mujeres)». Esto no es nada nuevo, toda la literatura épica está llena de estos conflictos. Simplemente, no puedo evitar relacionar el hecho de que este anuncio llega en un momento en el que estamos pasando por un verano especialmente negro, teniendo en cuenta el aumento de las llamadas «víctimas infantiles de género», que no son otra cosa que, vidas de niños y niñas que han sido destrozadas mucho antes de ser asesinadas, generando un rastro terrible de dolor y desesperanza en sus familias.
Desde los primeros movimientos generados por las sufragistas hasta hoy, han pasado más de 100 años, pero aún seguimos manteniendo un modelo en el que anuncios como este se siguen tolerando con una pasividad pasmosa (como las 63 víctimas – entre niños, niñas y mujeres – en lo que va de año).
Sin embargo, mi intención al escribir estas líneas no es dar una visión catastrofista, todo lo contrario, es aprovechar este hecho para mostrar otros caminos. El modelo de hombre que plantea el anuncio se basa en la fuerza física, la dominación, la valentía… pero este modelo de masculinidad tan publicitado, ha demostrado tener muchas debilidades (muy a pesar de lo que quieren aparentar). Y es que, acostumbrado a generar una apariencia fuerte, el hombre que encarna este modelo olvida contínuamente reflexionar sobre lo que siente y, en el proceso, genera a partes iguales: frustración por no conocerse, e incomunicación entre sus seres queridos, al no poder hablar de otra cosa que no entren en ese esquema. Otro gran foco de debilidad se encuentra en la obsesión por la dominación, la competencia, en un mundo en el que son realmente muy pocos los que ganan y miles de millones los que pierden. Sin embargo, si lo planteamos en términos de colaboración, la ecuación es diametralmente opuesta. Claro está, hay que romper con ese modelo para verlo. Y la valentía, ¿qué pasa con la valentía?, y en general, con cualquier rasgo que nos viene impuesto en un modelo (la belleza en la chicas, por ejemplo). Simplemente, que la preocupación por llegar al mínimo estándar limita la construcción de una identidad propia y original lo que, nuevamente, eleva enormemente las cotas de frustración personal que arrastramos.
Ninguna de estas debilidades las evidenciamos cuando le decimos a un niño, algo tan típico de ese modelo como: «¡Los niños no lloran!» (aunque indirectamente le estemos limitando su desarrollo al reprimir sus emociones). O cuando le decimos que «no se deje ganar», cuando a veces es más importante mostrar cómo el problema está en la competencia en sí porque, en el caso de que gane… habrá otra persona que haya perdido.
Dentro de los modelos alternativos, existe una corriente de masculinidad que elige otro camino, uno basado en la identidad autoconformada como eje para no limitar las elecciones que cada niño tome. En el que las emociones forman parte esencial de su desarrollo y, por lo tanto, es necesario experimentarlas y conocerlas para luego saber gestionarlas. Se trata de un modelo que opta por hombres cuidadores de sus parejas, familias, de su entorno… pero también de sí mismos. Un modelo en el que no somos ni lo más importante, ni el centro, porque todo es muy importante… igual de importante que nosotros. ¿Por qué cuesta tanto mostrarlo en televisión?
Por lo tanto, desde este enfoque, habría que responder a este anuncio diciendo que no hace falta ser valiente, si lo eres genial pero, si no lo eres, puedes ser como quieras y eso no limitará la capacidad de nadie a una relación afectiva sana. Todo lo contrario, estará basada en la sinceridad de lo que cada hombre es, y no en lo que un modelo propone. Tampoco hace falta dominar ni competir con el entorno: colaborando, conociendo y preocupándonos por las personas que tenemos alrededor, seremos más capaces de generar los crecimientos personales y sociales que tanto necesitamos.
* David Kaplún. Antropólogo. Miembro de Enclave. Actualmente forma parte de AHIGE e IMEDES. @davidkaplun
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