Afganistán en su encrucijada
Juan Ribó Chalmeta (*) @juanribochal
Hace justo un año el Presidente de EE.UU., Barack Obama, ofrecía su Discurso del Estado de la Unión, felicitándose porque quizá, por fin durante 2014, los EE.UU. darían por concluida su “guerra más larga”, como la calificó Obama: Afganistán, donde, tras lanzar la Operación “Libertad Duradera” de finales de 2001, el ejército de las Barras y Estrellas sigue aún hoy estacionado trece años seguidos, y de donde esperaba poder irse (o eso decía). Pero entramos finalmente en 2015 y vemos que eso de irse del todo no era más que una ilusión [1].
Empezaba 2014 en efecto con un calendario electoral muy ambicioso para Afganistán, donde se esperaba que el presidente saliente, Hamid Karzai, en el poder desde 2001, cediera su puesto de forma modélica y pacífica a su sucesor, demostrando al mundo que las elecciones más o menos tramposas eran cosa del pasado, y que el horror de la guerra civil ya nunca más volvería a alzarse sobre el pavés. Las elecciones presidenciales se desarrollaron mediante un ballottage, el 5 de abril y el 14 de junio, bajo observación internacional, de manera relativamente tranquila si bien en un ambiente cada vez más tenso [2], quedando los candidatos mejor situados, Ashraf Ghani y Abdullah Abdullah [3] (en un país demasiado acostumbrado a las guerras de clanes) demasiado empatados como para no recelar el uno del otro, y espetarse a la cara la palabra maldita, potencialmente incendiaria de “fraude”.
Había que actuar, y rápido, para desactivar una situación cada vez más enconadamente crispada. El anuncio de los apretados resultados se dilató hasta principios de julio, cuando el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, ante las acusaciones de fraude de uno y otro bando, hizo un llamamiento urgente a la comunidad internacional, para que reforzara su observación electoral y que cada voto fuera auditado bajo supervisión de Naciones Unidas. Sólo entonces, en todo caso, se podrían anunciar resultados. Lo nunca visto, en logística, en recursos humanos nacionales e internacionales, en suspense creciente con cada día que pasaba: reúne en la capital del país, Kabul, mediante mulas, camiones y helicópteros, las 23.000 urnas del proceso, llegadas desde las 34 provincias que componen Afganistán, no importa cuán remotas, y custódialas en los hangares de la Comisión Electoral Central, día y noche; prepárate para contar los aproximadamente ocho millones de votos, uno a uno; junto a muchos abnegados autóctonos (cientos de empleados de la administración electoral afgana, cientos de observadores nacionales), recluta a unos 170 asesores electorales de Naciones Unidas, añade unos 420 más entre observadores de la Unión Europea [4]/EUPOL, Anfrel (Asian Network for Free Elections), NDI (National Democratic Institute), Democracy International, The Asia Foundation, Creative Associates, etc., acógelos a todos durante un mes largo en el país, y asegúrate que unos 100 diplomáticos de 17 legaciones arriman el hombro para ponerse a escrutar votos también ellos, y obtendremos, quizá, la operación de observación electoral internacional más abultada de la historia, con unos 700 efectivos internacionales movilizados en esta última fase del proceso, intentando frenar la escalada con su sola presencia.
Pásate, eso sí, gran parte del verano contando votos, u observándolo más bien, urna tras urna, alguna de ellas verdadera “caja de Pandora”, por las irregularidades observadas en su interior [5]. Todo para que al final la ingente tarea fuera incapaz de arrojar resultados exactos (pero, ¿le extraña a alguien?), y decidir, agotados ya los plazos en septiembre [6], que Ghani y Adbullah se repartirían el poder, ocupando el primero la presidencia y el segundo una suerte de jefatura de Gobierno, acuerdo que se mantiene a fecha de hoy, enero de 2015, ensayando una especie de gobierno de coalición muy novedoso en la región. ¿Hasta cuándo, Afganistán? ¿Hasta dónde?
La observación electoral internacional también era, pues, esto: haber estado allí en medio, insuflando ánimos, molestando a veces también, apuntando datos, junto a nuestros traductores al farsi-darí o al pastún, apoyando muy discretamente cuando el caos se apoderaba del proceso, sin intervenir nunca, ni tocar nada; haber estado simplemente allí, atentos siempre a la seguridad, en el calor asfixiante de los hangares, el polvo y la confusión, cuando los sables se cruzaban a veces… sólo para ser envainados de nuevo por un pueblo, el afgano, decidido in extremis a tomar las riendas de su destino, por tutelado que esté internacionalmente (está por ver si con más acierto o no en esta nueva encrucijada).
Observación electoral internacional, rigurosa y metódica… Y a veces, sí, además, un verdadero ejercicio de equilibrismo en la cuerda floja, también llamado posibilismo. Ánimo a Afganistán en esta nueva y accidentada etapa que empezó este año de 1393 AP [7].
[1] Quedarían, quizá hasta 2016, entre 11.000 y 14.000 efectivos en la Operación ahora llamada “Apoyo Resolutivo” de la OTAN-ISAF, para el entrenamiento, asesoría y apoyo de Ejército y Policía afganos, entre otras instituciones; duro es reconocer que a día de hoy las instituciones más sólidas del país son el Ejército y los Servicios Secretos, a pesar de haberse gastado los EE.UU. en Afganistán estos años más que todo el Plan Marshall en la Europa de posguerra, y que para una potencia invasora es más fácil llegar que irse…[2] Con los Talibanes y Al Qaeda envalentonados y lejos de ser derrotados, 2014 se saldaría finalmente con 3.000 muertos civiles, un récord al alza desde 2008, y en torno a 5.400 bajas entre policías y militares locales. Trágico balance el de este año electoral.[3] Candidato “independiente” el primero, supuestamente representante de la nación pastún, la mayoritaria en el Sur del país sobre todo, y casado con una cristiana…; siendo el segundo, Abdullah Abdullah, supuesto representante de la nación tayika, la mayoritaria en el Norte sobre todo; ambos muy pagados de sí mismos, con experiencia internacional, y con muchas ganas de ocupar el cargo.[4] http://www.eueom.eu/files/dmfile/FINAL-REPORT-EUEAT-AFGHANISTAN-2014-c_en.pdf[5] Infracciones o incidencias electorales más frecuentes: firmas/marcas similares o directamente iguales (los votantes debían marcar sus papeletas con alguna señal en la casilla del candidato elegido); sospechas de pucherazo en colegios sensibles, con voto “a la búlgara” del 100% ++ del censo; etc.[6] Toma de posesión prevista para el 2 de septiembre, un mes más tarde de lo estipulado por Ley. Al final, los resultados nunca fueron realmente anunciados por la Comisión Electoral Central, quien sí declaró a Ghani simplemente ganador, el 21 de septiembre. Parte del acuerdo auspiciado por EE.UU., Naciones Unidas, el Presidente saliente y los candidatos en liza se inclinó por no forzar a la Comisión Electoral Central a la publicación de los resultados de la segunda vuelta, los del 14 de junio: la transparencia sacrificada en aras de una paz pragmática.[7] Anno Persico.
(*) Juan Ribó Chalmeta, politólogo especializado en Relaciones Internacionales, observador electoral internacional desde 2004 en Afganistán, Argelia, Azerbaiyán, Camboya, Ecuador, El Salvador, Malawi, Mauritania, Mozambique, Nepal, Nicaragua, República Dominicana, Togo, Túnez, Ucrania, Uganda.